Tradicionalmente ser hombre se definía como aquel que defiende, protege y provee. Pero ya en 1980 me dieron mi primera lección, cuando en la universidad tuve el atrevimiento de abrirle la puerta a una chica y me respondió con agresividad, “yo me puedo abrir mi propia puerta”. Lo interesante es que ya había hecho el mismo gesto de cortesía otras veces a hombres cuando coincidíamos en una puerta. Al final tu mundo es como te lo tomas.
Si no somos el que “defiende, protege y provee”, ¿para qué servimos? ¿No hay diferencia entre hombres y mujeres? Hay algo en mí que tiene la aspiración a ser un campeón, sea en deportes, en un proyecto o por una causa, aunque tengo la intuición que yo no soy el único. La competitividad está grabada en mí; para ello hay cierta agresividad integrada en mi varonilidad. Esa agresividad, además de orientarme hacia “arriba”, es también la que me permite, otra vez, defender, proteger y proveer.
¿Qué pasa con esa agresividad si le quito el objetivo ordenado hacia algún logro?
No hay cómo escapar de la admiración a un ideal, es algo que todos tenemos y nos guía en la dirección que aspiramos ir. Sentirse bien con uno mismo no es posible sin un caminar hacia algo significativo; de lo contrario, vamos perdidos y terminamos en fracaso y dolor. En un hombre, si no hay ideal, sin claro objetivo a perseguir, es un bruto, tosco y desconectado, torpe y desencontrado… un ser con un par de… sin tener para qué usarlos. La agresividad, sin objetivo, lo consumirá y desordenará todo en su entorno: agresividad sin objetivo claro se transforma en furia y afecta a toda la sociedad.
Lo verdaderamente interesante es que, en mi generación, desde pequeños hemos recibido las directrices claras de cómo construir ese hombre en nosotros; pero anacrónicamente y sin carne sobre esos huesos… es nuestra tarea encarnar esos ideales.
¡Los hombres no lloran!
Una vez me di golpe muy fuerte en la pierna que inclusive me hizo una herida y brotó sangre, mi hija tenía unos 5 años y estaba presente en el incidente, mientras me consolaba, para mi sorpresa me preguntó, “¿Papá, tu no lloras?”
La última vez que lloré en la perspectiva de mi hija, fue ante un despido injustificado, tenía 25 años en mi primer trabajo formal luego de la universidad y lloré porque me desbordaba la emocionalidad interior ante la injusticia que estaba sufriendo; era rabia y descrédito, no dolor.
No es ese tipo de llorar a lo que se refiere la controvertida línea ancestral ¡los hombres no lloran! que la mayoría hemos escuchado. Hoy día entiendo “los hombres no lloran” como una invitación a asumir responsabilidad: si te duele, aguántate; si te frustra, has algo al respecto; si te desborda, crece; nunca te achiques ni reclames, asume lo que haga falta para avanzar.
Es otra vez esa idea de forjar el Carácter (inglés: GRIT). Ya sé que la vida es dura, que hay maldad, sufrimiento, injusticia, falsedad, dolor, adversidad, devastación, cinismo, muerte… es nuestra responsabilidad que esos aspectos de la vida no nos afecten a nosotros, ni a la gente vulnerable en nuestras familias, sean ellos pequeños o grandes. Hacemos una familia como un equipo para protegernos ante ello; y por eso, mejor que el hombre de casa sea hacia afuera un “campeón”.
Foto Could_be_us @pintrest
Nosotros los hombres, tenemos que asumir responsabilidad de lo que pasa en dónde estamos y que no sea por nosotros que las cosas se deslicen hacia otro pequeño infierno. Tenemos que defender y proteger las personas, los espacios, las relaciones, las instituciones y la familia; para ello tenemos nuestra sensatez, fuerza y agresividad, para oponernos a la maldad, el cinismo y a los que pretenden usar todo para su bien personal y no el bien común. Seamos claros, se nos mide por nuestro status de proveedor, y como la vida contemporánea es tan compleja, no tenemos otra opción que hacer todo eso en dónde estamos, en nuestro trabajo y nuestros círculos sociales y familiares.
A nuestro mundo no le falta un toque femenino, le falta la fuerza, determinación, visión y temple de Hombres de Verdad que estén dispuestos a construir un mundo mejor; pero sobre todo defender ese trabajo de cuanto papanatas con ideas desajustadas y mezquinas quieran alterarlo. Por tanto es responsabilidad nuestra construirnos a nosotros mismos, saber hacia dónde vamos, con qué objetivo; y eso, querido amigo, requiere de discernimiento, sacrificio, determinación y mucha valentía y acción.
Escucho detrás de mi oreja, pero no todos los hombres aspiran a eso o desean ser “campeones”. Pues ellos que jueguen con carritos o barbies si quieren, lo que necesitamos son hombres, y hombres de verdad.
Sin engañarnos, los hombres no sólo protegen
Lo que hace a un hombre es resolver lo que le frena y aclarar lo que le hace avanzar, ¿Qué ponemos en el tope de nuestra jerarquía? puede ser la pregunta clave.
En los años 90, Mikel De Viana, un querido amigo Jesuita y profesor de la UCAB, daba un retiro a un monasterio de monjes de clausura recién aterrizada de EEUU en Los Andes Venezolanos, el título del retiro era, Quién es el hombre venezolano. Si conociste a Mikel, sabes que su visión humanista/cristiana era poco ortodoxa y muy enraizada en la realidad (como son los Jesuitas que he conocido por lo general), además usaba el humor, que permite profundizar a veces más allá que con la seriedad. Luego de una semana de reflexiones, anécdotas, historia y sociología, la última y conclusiva frase de ese retiro fue: “para que el varón venezolano se haga hombre, tiene que matar a la madre”.
La madre por lo general es la encarnación de la compasión, comprensión y misericordia. Por razones históricas, en la familia venezolana el padre ha sido el gran ausente y por ende nuestros niños han sido criados por mujeres fuertes y valientes; pero un varón necesita pararse sobre sus propios pies, no por autosuficiencia, sino para descubrir quién es y de qué es capaz. Actualmente vivimos hoy en una cultura global que promueve la compasión y misericordia para con los desprotegidos, además de avergonzar y sofocar el espirito del hombre “por su agencia en las miserias de la historia.”
Un varón no sabe quién es hasta que no es retado crucialmente por la vida; no descubrimos quiénes somos porque la oportunidad toca la puerta en nuestra casa, sino porque un reto extraordinario nos cae encima y necesitamos agregar todas nuestras fuerzas y sacrificios para sobre pasar dicha “providencia”.
Construye un arca, ¡Viene el diluvio! Prepararse para la adversidad es crucial, porque el diluvio vendrá. La manera de hacer esto es clarificar muy bien a dónde te diriges, cuál es el valor trascendental que colocas a la cima Yo no puedo decir qué tienes que poner al tope de tu jerarquía, pero si puedo decirte cómo puedes comenzar a construir la persona que puede discernir y te guiará para transformar tu vida y tu entorno.
Primero: No digas mentiras.
Es lo más importante que tenemos es nuestro discernimiento, nuestro sentido de orientación. No hay nada que desajuste más nuestro compás interior, como engañarnos a nosotros mismos. Tú bien sabes qué es mentira o las mentiras que escondes con verdad… no la hagas. Esas micro falsedades minan tu percepción de la realidad y te desorientan, hace que tengas que decir otras falsedades para esconder la mentira; y sin darte cuenta, ya no sabes qué crees, ni quién eres. A tus ojos eres alguien y el espejo te reflejará otro; proyectarás tus carencias, verás en otros tus fallas y estarás perdido en un circo donde tú eres el promotor y principal animador del espectáculo.
Segundo: Asume responsabilidad.
Nadie lo ha expuesto más claro que el Dr. Jordan B. Peterson:
“Responsabilidad, eso es lo que le da sentido a la vida.
Levanta un peso, eso es lo que te permite aceptarte a ti mismo. Mírate, eres un inútil, fácil de herir, fácil de aniquilarte, ¿Cómo vas a tener autoestima?
Levanta algo que pese, y al menos podrás decirte, aunque soy inútil, al menos puedo mover esto de aquí a allá.”
No sabemos quiénes somos hasta que somos retados por la vida. ¿Por qué esperar la adversidad? Para eso sirve la responsabilidad, para entrenarnos y prepararnos ante los retos de la vida.
Obvia lo que te hace feliz, opta por lo que es correcto.
¿Cuándo comenzamos a pensar que ser feliz era lo más importante? Sin justicia, no hay paz; has lo correcto, pase lo que pase… eso me enseñó mi papá desde pequeño. Pero claro, cuando somos adolescentes creemos que el mensaje es para controlarnos; NO LO ES, es para que no nos descarrilemos a nosotros mismos, es para no desbocarnos. Todo tiene un precio en esta vida. Hacer las cosas mal es fácil, hay infinitas maneras de desajustarlo todo; pero para hacer bien las cosas, es una puerta estrecha y necesitas toda tu destreza e ingenio para abrirla.
Foto @Facetune
No lo dudes, estás en una guerra
Estás inmerso en una guerra, hay bandos, hay heridos, hay muertos, y el botín es tu alma. Estás ante la trágica situación de escoger siempre entre lo que te construye o destruye, entre lo que te fortalece y lo que te debilita. No tomar una decisión, es dejar que otros la tomen por ti. Tú bien sabes lo que es correcto… y si no lo sabes, suma todas tus fuerzas, ponte de rodillas y pídele a la Vida que te enseñe qué tienes que hacer.
Pide y se te dará, busca y encontrarás,
llama y se te abrirá;
porque todo el que pide recibe,
quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Mateo 7:7-8
Pero tienes que pedir como quien en verdad quiere recibir… no hay medias tintas, es tu vida y la de tus seres queridos la que te está en juego.
Ser hombre me permite esta increíble aventura de descubrirme y ser participe en crear un mundo mejor.
¡La aventura de tu vida!
El próximo miércoles
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