Los venezolanos hemos tenido una gran fortuna, la historia nos ha nutrido de mujeres fuertes y determinadas a la acción. Venezuela, a contracorriente del resto del mundo, tiene un consolidado matriarcado. Es una realidad social que sólo es contrastada por una realidad política que tiene la misma data y es contrariamente una desdicha: el caudillismo… representado por hombres que parecen fuertes, pero en el último siglo la mayoría han resultado ser hombres vacíos de contenido y visión, que se sostienen sólo por nuestra confusión social y su ambición de poder.
Un poco de historia para entender el matriarcado venezolano
El 19 de abril de 1810 Caracas desconoce al Capitán General Vicente Amparan y comienza el periplo de independencia de Venezuela para librarse de la España Imperial. Ya desde 1811 se esbozan varias figuras de hombre fuerte, del que su representante principal fue Simón Bolívar. Es interesante que, al menos en Venezuela, Bolívar abrió la posibilidad de que mujeres se involucraran activamente en el proceso libertador respaldando a Manolita Sáenz. No fue mérito exclusivamente de él, sino de las mujeres valientes: durante la guerra de independencia, arriesgaron sus vidas sirviendo de espías, escondiendo armas o personas, participando en estrategias… aunque fueron muchas las mujeres en toda América Latina que mostraron gallardía, iniciativa y llegaron a ostentar rangos militares y cargos de gobiernos, en Venezuela destacaron en ese período Manuela Sáenz, Cecilia Mujica, Concepción Mariño, Juana Ramírez, Leonor de La Guerra, Teresa Heredia, Eulalia Ramos, Josefa Camejo y Luisa Cáceres de Arismendi.
Luego de la independencia en 1821, en Venezuela comenzó un periplo político inestable fundamentado en enfrentamiento de regiones. El gobierno no se consolidó hasta 1830 en la presidencia de José Antonio Páez. Venezuela estaba más desarrollada al norte en toda la franja de la cordillera, donde estaban las principales poblaciones; pero mantener el control de más de1200 kilómetros de territorio, donde no había carreteras y no existían suficientes guarniciones militares era prácticamente imposible. Por ello fueron sucediéndose diferentes caudillos, hombres “fuertes”, que formaban ejércitos reclutando a los varones mayores de 16 años en los pueblos.
Todas las poblaciones se sostenían por las mujeres que trabajaban y sostenían a las familias. Los soldados iban de batallas y campañas, al pasar de pueblo en pueblo, iban conociendo mujeres y teniendo hijos… la unidad familiar de la gran mayoría de las familias venezolanas, por más de 75 años, era de mujeres con hijos de diferentes padres. Por la guerra de independencia y posteriores guerras civiles, las mujeres fueron el epicentro de las familias venezolanas todo el S.XIX. Con la consolidación y relativa “paz” de la presidencia del General Juan Vicente Gómez entrado el S.XX, las unidades familiares comenzaron de nuevo a formarse incluyendo a hombres.
Dicho sea, nunca conocí una casa en Venezuela donde la señora de la casa no fuera el epicentro no sólo emocional, sino de decisión e integración de la casa, marcando con su estilo el tipo de vida y valores que se sostenían en casa. Cuando adolescente tuve la fortuna de conocer las casas de mis amigos y luego cuando trabajé en barrios marginales, pude entender lo importante que había sido la mujer para nuestro país: todo giraba en torno a ellas… hasta los hombres.
Una de esas mujeres “fuerte y valiente” de Venezuela
Yo crecí en la Venezuela Saudita de los años 60’s, cuando el divorcio era algo enteramente raro, pero no desconocido, el lugar de las mujeres era la casa y era muy difícil que una esposa de la clase media pudiera estudiar y mucho menos trabajar fuera de su casa; ahí era dónde los hombres ponían el límite… todo lo demás era el reino de las mujeres.
Yo tuve mucha suerte en la vida, tuve tres madres. Mi mamá biológica, que es una mujer fuerte y tengo la suerte de decir que estaba muy pendiente de mí, pero no recuerdo de niño haber recibido cariño de ella; la mamá que me crio, Narcisa, una mujer humilde y sencilla que trabajaba en casa y me acompaño desde antes que cumpliera un año hasta los 42 cuando murió papá, a ella yo la abrazaba y besaba y la quise como si fuera mi madre “putativa” (como decimos echando broma en Venezuela); y mi mamá espiritual, era la mamá de uno de mis mejores amigos del colegio: Elisa Blaschitz de Rodríguez o Lilo, como todo el mundo la conocía.
Quiero contar algo de su historia, porque un buen ejemplo pone en perspectiva todo lo demás… y aunque sé que hay muchas mamás fuertes y valientes en Venezuela que han sido madres y referentes para muchos hombres en nuestro país, Lilo fue la mía.
Madre de familia numerosa, pero sin CV
Cuando yo tenía 13 años, conocí bastante bien al menos una docena de hogares de mis amigos más cercanos. Aunque en alguno de los casos los papás eran de temer, en ninguna casa se le tenía más respeto al papá que en casa del Dr. Rodríguez, el esposo de Lilo. No era porque fuera alto o hablara fuerte, que ciertamente era así, sino porque su mera presencia nos achicaba y causaba un silencio preventivo; su porte era como una estatua de un ilustre prócer y su presencia como el de un general.
Menciono esto porque una vez conversando con Lilo, posterior a su graduación de la escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica, le pregunté, ¿por qué no habías estudiado antes? A lo que ella me contesto, “Elías quería que yo me quedara en casa y estuviera cuando llegaba a almorzar” (como se dice la comida del medio día en Venezuela). “Yo quería estudiar, pero me casé muy joven y Elías tenía poco de graduado. Al poco tiempo salí embarazada de Elías (hijo) y mis intentos por ir a estudiar se desvanecieron.” Yo le pregunté, “y ¿cómo lo lograste ahora?” – Cuando mi hijo menor ya había entrado a la universidad, fui y me registré para estudiar Periodismo en la UCAB y luego se lo dije a Elías. Él me dijo que no le parecía bien (hay mucho en ese calificativo), yo le dije que yo ya había criado seis hijos y el último ya había entrado a la universidad, ahora yo voy a estudiar.”
Y no había nada que hubiera detenido a Lilo, eso era seguro.
Verán, ella hacía lo que una mujer en su condición se le permitía: dio clases de catecismo por más de 40 años preparando a niños a hacer la primera comunión; fue una de las fundadoras de las Asociación Damas Salesianas, esto le permitía hacer trabajos sociales tanto en las obras sociales del centro como en barrios marginales de Caracas.
La mamá espiritual
Cuando yo era adolescente, la mayoría de los colegios eran segregados, o de niñas o de niños, casi ninguno era colegio “mixto”. Encontrarse o conocer chicas era muy complicado y la iglesia Don Bosco a la misa de las 12:30 era el lugar perfecto. Ya desde hacía un par de años, yo quedaba con mis amigos e iba sólo caminando desde casa. Un día, a los 14 durante misa, recuerdo luego de comunión decirle a Dios, “oye, yo la verdad no es irrespeto, pero no quiero que me pidas nada y yo no voy a pedirte nada. Dejémoslo hasta aquí.” Verás, por lo general toda la enseñaban religiosa del colegio nos lo decían sacerdotes que era evidente que no vivían lo que predicaban… erróneamente pensábamos que lo que decían era mentira. Así yo partí del catolicismo, dejé de confesarme y comulgar, pero seguía yendo a misa… ¡ahí estaban las chicas!
Por suerte Lilo se dio cuenta de que nosotros estábamos descarrilándonos y una tarde nos llevó a Bernardo, su hijo quién era uno de mis mejores amigos, y a mí con dos chicas bellísimas al barrio marginal Brisas de Turumo … ¡astuta la mujer! La idea era trabajar con los niños del barrio esa tarde del sábado, no recuerdo el temario, y luego jugar futbol. Fuimos varias veces, la verdad que me gustaba mucho; Lilo era muy buena maestra y sabía cautivar el interés de los niños y niñas del barrio.
Esa fue una cabuya que Dios me dejó atada, a través de Lilo, para que yo no me descarrilara por completo.
Yo tuve una adolescencia muy tumultuosa, fui muy rebelde y causé mucha tensión en casa; invariablemente yo hablaba con ella, Lilo era mi confidente y, lo que ella decía, yo le escuchaba. Fuimos desarrollando una estrecha relación.
Luego de volver de la universidad en Estados Unidos en 1985, yo venía encendido, quería ver cómo podía ayudar en Venezuela… quería ser útil. Por su puesto fui con Lilo a preguntarle si tenía algo donde yo pudiera ayudar. Ella ya había consolidado el Centro Don Bosco en Brisas de Turumo, allí había una pequeña medicatura, una sala de odontología, y un preescolar. Había además una aula especial para niños entre 7 y 12 que nunca habían ido al colegio; el objetivo era enseñarles a leer, escribir, sumar y restar para, en lo posible, nivelarlos para que entraran a un colegio en su grado correspondiente. Eran unos 35 niños y había dos maestras y yo para atender a niños; esos niños, aunque habían crecido en una casa, eran niños criados en la calle.
Esa experiencia de mi inicio a la adultez me marcó muchísimo. Lilo era el epicentro del centro de Brisas y todo el tiempo ideaba excursiones y experiencias para abrirle la mente a los niños de nuestra unidad. Nos acompañaba a llevarlos a la piscina, a visitar museos, fuimos al Avila… y no era fácil movilizar a todos estos niños.
¿Quién fue Lilo Rodríguez?
Lilo fue madrina de bautizo de decenas y decenas de niños del barrio. El centro estaba al final de la carretera en la última colina, cuando ella comenzaba a subir el barrio en su carro, la gente le saludaba todo el trayecto, alguna vez la paraban para darle una noticia o pedirle un favor… Lilo era la madrina del barrio y muchos niños le pedían la bendición, era algo común con padres y tíos en la época… ellos también la trataban como una mamá espiritual.
Hay algo que no he contado. Una de las hijas de Lilo fue Gabriela. Era la más pequeña de todos los hermanos. Por esas cosas del destino, Gabriela una porción importante de su cerebro estaba degenerada y nunca caminó y le costaba inclusive comer.
El pediatra que atendió a Gabriela los acompañó a casa el primer día y reunió a toda la familia y les dijo: “Gabriela es otra hermana e integrante de esta familia. Todos y cada uno de UDS tienen que compartir tiempo con ella, hablarle y darle cariño.” Pues Gabriela estaba presente siempre en todo, los muchachos estudiaban en su habitación cuando no la traían al comedor, Elías padre, como salía muy temprano a trabajar, se vestía en su habitación mientras ella aun dormía, aún cuando los hermanos veían la televisión, ahí estaba Gabriela; ella era querida y, aunque los de fuera de casa nos parecía que ella no reaccionaba, más de una vez escuché comentarios como “eso le gustó a Gabriela” u otras referencias que me hicieron pensar que ellos exageraban. Una vez Lilo me dijo con lágrimas que Gabriela era el alma de la casa y que no se imaginaba que hubiera sido de todos “nosotros” sin ella.
Quiero relatar un par de historias que tengo muy presente para que se hagan una idea del carácter y el impacto que tuvo Lilo en la vida de algunas personas.
Salvavidas en una mañana
Una mañana Lilo llevó a los niños del barrio a la piscina del colegio Don Bosco de Altamira. En medio de la mañana, uno de los niños gritó, “miren a Juan en el fondo.” El niño estaba en el fondo sin moverse. Lilo se lanzó con vestido y zapatos a sacar al niño.
Días después, Lilo me contó lo que había pasado. Y me dijo textualmente las siguientes palabras, “cuando me lancé al agua, mientras me sumergía, pedí con todas mis fuerzas: Dios mío, te cambio la vida de un hijo mío por la de este, pero que este niño pueda salvarlo.” Nunca me dijo por qué había hecho esta súplica, yo entendí que no quería volver al barrio y reconocerle a una madre que su hijo se había muerto mientras se lo había confiado.
Un secuestro rescatado por Lilo
Para los que no lo saben, Caracas es una ciudad muy peligrosa. A comienzos de los años 2000, el secuestro exprés y otros tipos de crímenes como violaciones y asesinatos para robar carros de alta gama o simplemente para quitarte unos zapatos de marca, estaban a la orden del día. Una pareja estaba en una Toyota SUV y les secuestraron tres individuos armados. Los amedrentaban y les estaban llevando hacia adentro por un barrio marginal. La chica se dio cuenta de que uno de los comercios en la calle decía Brisas… y aunque no conocía a Lilo, sabía del Centro Don Bosco y del trabajo social de Lilo en Brisas de Turumo.
Ella dijo, “¿estamos en Brisas de Turumo?” a lo que el secuestrador le dijo, “¿a ti que te importa?”; ella contestó, “es que aquí es donde trabaja mi tía Lilo Rodríguez”. Luego de un corto e incómodo silencio le preguntaron si en verdad era sobrina de Lilo y ella valientemente le empezó a decir lo que sabía sobre Lilo y el centro. Sin tocarlos, los devolvieron a la ciudad y los dejaron en una esquina ilesos.
Y por último (no podía faltar): la marginación de una mujer fuerte
Cuando vino el Papa Juan Pablo II a Venezuela en 1996, había una comisión de sacerdotes salesianos que iban a tener audiencia con el Papa, en el último momento, sacaron a un sacerdote y la incluyeron a ella (no era posible por seguridad alterar el numero del grupo). El resultado fue que los Salesianos de Altamira, la comenzaran a marginar y sacar de todas las comisiones y puestos de responsabilidad que mantenía, la separaron del Centro Don Bosco de Brisas de Turumo que fue muy especialmente su Opus Dei. ¡Vergüenza les debía dar!
Para ella fue algo muy doloroso, pero, aunque me lo dijo en estricta confidencia, nunca me dijo por qué la habían marginado, ni abiertamente descalificó o criticó a la orden o ningún sacerdote de la orden. Fue mucho tiempo después de que me enteré de este suceso.
Una vida bien vivida cambia todo
Hace solo unos meses Lilo acompaño a Elías que se le había adelantado por unos años. Su vida y su fidelidad a la visión de ayudar a los demás hizo que miles de personas la quisieran, le respetaran, y aspiraran a ser mejores personas. Su vida no sólo me tocó a mí, sino a miles de personas en un barrio que casi nadie conoce en Caracas… ella fue la brisa dulce de Dios para un barrio que tuvo la fortuna de conocerle.
Gracias Lilo por tu vida y cariño.
Próximo miércoles…
Eres tú el hombre fuerte que Venezuela necesita
Estamos viviendo momentos muy duros en Venezuela. Algunos tienen la mirada puesta en una Mujer Fuerte para que nos saque de esta coyuntura. MCM puede ser un importante punto de influencia para cambiar la dirección del país, pero necesitamos Hombre de verdad… sin nosotros la sacrificaremos y todo volverá a donde estamos ahora.
EL PUNTO a la i
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