Ganar y triunfar han calado de tal manera en nuestra cultura que poco importa cómo lo logras. Ha habido un shift en toda la cultura que hoy día es global, en los años 50 el cine mostraba los héroes como personas que hacían lo correcto… hoy se ha desplazado y los héroes modernos nos los muestran cómo triunfan no se centran tanto en su carácter. Prueba de lo que digo es verdad: en la cabeza de cada adolescente en todo el planeta está el ideal de llegar a ser un ‘influencer’ que gana decenas de miles al día por mostrar su ingenio comunicativo. La mentira no es que no sea posible, sino que eso no es valioso, es mentira que lo más importante en la vida sea ganar, ser aceptado y groseramente rico.
Nuestro mundo está impresionantemente sumergido en mentiras. El marketing es cuanto puedo mentir para adaptarme a lo que la gente quiere y que me permita vender mi producto sin hacer más inversión. El social media es la máscara de “mi mejor yo” que quiero otros crean que soy, ya “no es importante ser sino parecer”. Las noticas son un espectáculo mediático con actores, guión y agenda con el propósito de generar una cuota de pantalla… claro utiizando los sucesos del día para redactar el guión. La política está tan inmersa en mentiras que contratan especialistas en storytelling para adelantarse al discurso de lo que se mostrará y controlar la narrativa.
Todo este teatro tiene su fundamento en cada uno de nosotros, porque nosotros también compartimos esa cultura de mentiras, estamos continuamente esgrimiendo y planeando como conseguir nuestro beneficio en todo sin que se note qué en realidad estoy haciendo o pensando... ha llegado a tal punto, que ni nosotros sabemos quiénes somos.
No eres quién crees, te crees quién has fabricado y diseñado para enfrentar un mundo que puede ‘herirte’… esa es la principal mentira de todas y por eso nos creemos todas las demás.
Investiguemos dónde está el origen de la Mentira
No sé si lo sabes, pero los primeros 11 capítulos del Genesis, el primer libro de la Biblia, se cree que pueden haber sido tradiciones orales de miles de años antes de haber sido asentados por escrito. Sé que más de un ignorante cree que son cuentos de niños que hemos superado, puede que ellos tengan el intelecto aún inmaduro y por eso lo descalifican. Un argumento crucial: para que una historia atraviese cientos de generaciones repitiéndose de manera oral, hay una depuración de sus esenciales que lleva a que la enseñanza del aprendizaje del relato sea de una profundidad y claridad imposible de lograr por el más laureado autor o pensador en una sola vida.
“Entonces necesitamos apedrear a los que repetían esas historias” – podemos esgrimir que los que preservaron esos antiguos textos y los impulsaron por cientos de generaciones y quizás decenas de miles de años, no tenía la visión de la realidad que hoy tenemos, no tenían ciencia, creían que los eventos climáticos eran causados por dioses y veían deidades en la naturaleza. Si a ti, si tú lector, te soltaran en el medio de un hábitat de hace 20.000 años no durarías ni un solo día, serías devorado por un depredador o esclavizado por alguien y tu vida sería tal infierno que nada a lo que hoy tengas referencia te podría dar una perspectiva. Quizás esa manera de entender la realidad no tiene nada que ver con el mundo esterilizado de asombro y tensión entre poderes más grandes que tú en el cual has convertido la presente realidad. En verdad creo que esos hombres y mujeres de la antigüedad merecen respeto… y eso se traduce en tratar de escuchar y entrever qué veían y por qué nos estaban contando estas historias.
Dicho esto, uno de los objetivos de estos antiguos escritos es tratar de responder un par de importantes preguntas, ¿qué hizo que nosotros seamos como somos? y ¿por qué hay tanta muerte, guerras, conflictos y sufrimiento en la vida? Puede ser interesante abrirnos a entender como por miles de años esos hombres, que fueron la veta de la tradición bíblica, trataron de dar sentido a la tensión generada por reconocer de qué está hecha la realidad humana.
Creo que todos conocemos la historia de Adam y Eva, cómo, luego de Dios crear con la palabra a partir del vacío y el caos engendró un orden: la tierra y el cielo, las aguas, plantas, árboles y todo tipo de animales, y puso al hombre y la mujer en medio de un jardín… que no es otra cosa que ‘naturaleza ordenada’. Dios colocó en el medio de dicho jardín el Árbol de la Vida y el Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal; y les instruyó a los recién nacidos humanos que no comieran del Árbol del Conocimiento porque ciertamente morirían.
Pues apareció un extraño ser en forma de serpiente que hablaba,
1 Entonces la serpiente (…) dijo a la mujer:
—¿De veras Dios les ha dicho: “No coman de ningún árbol del jardín”?
2 La mujer respondió a la serpiente:
—Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. 3 Pero del fruto del árbol que está en medio del jardín ha dicho Dios: “No coman de él ni lo toquen, no sea que mueran”.
4 Entonces la serpiente dijo a la mujer:
—Ciertamente no morirán. 5 Es que Dios sabe que el día que coman de él, los ojos les serán abiertos, y serán como Dios, conociendo el bien y el mal.
6 Entonces la mujer vio que el árbol era bueno para comer, que era atractivo a la vista y que era árbol codiciable para alcanzar sabiduría. Tomó, pues, de su fruto y comió. Y también dio a su marido que estaba con ella, y él comió. 7 Y fueron abiertos los ojos de ambos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron vestidos con ellas.
Genesis 3:1-7
Lo que nos separa de todas las otras ‘bestias del campo’ es precisamente nuestra capacidad de conocer qué es bueno y qué es malo. En nuestros comienzos éramos arte y parte con todo; aun el texto indica que Dios se paseaba todas las tardes con ellos (Genesis 3:8-13), es decir hay una familiaridad con todo lo creado y con la fuente misma de la creación. La consecuencia primaria de saber esa diferencia es precisamente aplicar ese “conocimiento” a mí mismo y separarme de todo lo demás, al saber la diferencia entre el bien y el mal, reconocimos nuestra vulnerabilidad. Para entender qué es bueno, tengo que encarnarlo en mí: “¿Qué es bueno o malo para mí?”.
Es importante entender que hay importantes consecuencias de haber ‘recibido’ este discernimiento entre el bien y el mal: al saber qué es bueno descubro el tiempo, lo que no tengo y lo que quiero, me muevo hacia lo ‘bueno’ y “sacrifico” lo que haga falta para conseguir ese bien para mí… así por ejemplo empieza el trabajo, que no es otra cosa que sacrificar mi presente para obtener un bien a futuro; igualmente todas las herramientas, los inventos y la tecnología existen para alcanzar lo que defino como bueno. La relación entre el hombre y la mujer también se tensó, ambos tienen su propia estructura de que es bueno y malo y por existencial necesidad su relación pasó del instinto y entró en conflicto y ello exige esfuerzo para solucionarlo.
En fin, entra en el mundo dos realidades fundamentales de lo que hoy vivimos: reconocer lo que quiero y la posibilidad de no conseguirlo: por tal, entra el sufrimiento y la maldad.
De todo esto, ¿qué es mentira?
Existe un bien que es sólo para mí, mi bien y que puedo dispensar con las consecuencias de cómo lo alcanzo. Pero el discernimiento a largo plazo, una acepción de la sabiduría, me dice que, si para alcanzar “mi bien” hago el mal a otros no será para mi bien, sino un tropiezo.
Es en verdad muy senillo: nosotros somos mamíferos y, como todos los otros mamíferos que existen en el planeta, necesitamos comer, relacionarnos, unirnos para evitar depredadores o enfrentar las catástrofes que invariablemente la naturaleza nos envía. Si no conectamos y nos apoyamos unos a otros, igual que todos los mamíferos, no somos capaces de sobrevivir. Así que una importante verdad: no hay un bien exclusivamente personal, sino que, lo que es Bien para el ser humano, es por necesidad siempre compartido.
Pero ¿hay alguna otra mentira?
La primera mentira que indujo a un mundo desconectado fue:
—¿De veras Dios les ha dicho: “No coman de ningún árbol del jardín”? (V.1)
Punto de orden: todo en la naturaleza es ‘bueno’ para nosotros. Y luego la serpiente asesta la daga en el corazón:
—Ciertamente no morirán. 5 Es que Dios sabe que el día que coman de él, los ojos les serán abiertos, y serán como Dios, conociendo el bien y el mal. (V.4-5)
No somos dioses ni podemos serlo. No somos “señores” de nuestro destino, sino colaboradores de la naturaleza que tenemos.
… la mujer vio que el árbol era bueno para comer, que era atractivo a la vista y que era árbol codiciable para alcanzar sabiduría. (V.6)
Esta es la gran mentira: porque algo sea apetitoso, no necesariamente es bueno, seguir los sentidos sin chequearlos con nuestro discernimiento, puede ser un lodal resbaladizo. Una vez que tenemos el discernimiento entre el bien y el mal, el libre albedrío, la gran mentira es que me puedo erguir sobre mi propia naturaleza y actuar independiente de todo para alcanzar MI BIEN… eso es soberbia y es contrario a humildad, que es la verdad: en realidad de ¡quién soy y dónde estoy!
La única manera de enfrentar la mentira es con la humildad
Este relato del Génesis, como tantos otros de la Biblia, tienen la inusual cualidad de ser como capas de cebolla, descubres una y hay otra aún más inaudita. Un amigo me confesó que mis “escritos están muy buenos, pero están tornándose un pelo religiosos”. La religión no es una manera de “ver” sino el último reducto a la respuesta de qué es el bien y el mal, antes viene la ontología, la lógica, la filosofía… pero hay un momento en que llegas a las últimas explicaciones de lo que es Bueno y Malo, y allí no puedes evitar tocar aquello a lo que no alcanzamos con todo nuestro discernimiento, se torna en principios irresolubles. Por eso el lenguaje religioso toca el sentido mitológico.
Los primeros 11 capítulos del Genesis, tienen un sabor a mitos, que no es otra cosa que la representación de verdades escondidas. El fruto del conocimiento, la tentación, el discernimiento, la desobediencia, los ‘ojos abiertos’, las consecuencias de la soberbia; todo nos apunta a una relación con nuestra naturaleza, un vínculo con aquello que nos dio la capacidad de alcanzar la sabiduría y ser unos con la Fuente que generó todo este teatro donde desarrollamos lo que llamamos Mi Vida… todas las pistas nos apunta a cuál fue la mentira por la que entró el desorden y nuestro esfuerzo por discernir qué es Verdad y cómo vivir acorde a ello.
… el Árbol de la Vida estaba justo al lado del Árbol del Conocimiento.
Próximo martes…
Mensaje de Navidad
A ver qué se me ocurre para la navidad… un abrazo!.
EL PUNTO a la i
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