Hace dos años comencé con el objetivo de escribir un libro: CONNECTING THE DOTS (ES: Conectando los Puntos). Cuando durante mis años de universidad comencé a escribir más en serio, me di cuenta de que era necesario discernir entre los dolores que me acorralaban y los puntos álgidos de mi pasado para entender mi vida; me ayudaba enormemente descubrir por escrito y abrazar cada punto de dolor y decepción… luego, al conectar esos puntos, me generaba una meta-imagen o relato de “quién soy”. El libro pretendería apoyar a personas interesados en crecer, a generar dicha meta-imagen y utilizarla para conectar los puntos de sus vidas, con ejercicios prácticos, y así impulsar la conexión con esa Dimensión Extraordinaria, que llevamos dentro, para apuntalar la transformación personal que anhelamos.
¿Qué pasó? Pues que puse los pies en la tierra y me di cuenta de que tardaría años escribiendo el libro y luego otro tanto consiguiendo alguna editorial que me publicara. Yo quería escribir, en gran parte, para discernir mi propio camino de manera más profunda, descubrir mi “voz” en el intento y posiblemente ayudar a otros a hacer lo mismo… entonces me pregunté, ¿Por qué no escribir y ya?
Así comenzó esta columna.
He descubierto que, todo el discernimiento y tamizado de las ideas y emociones que he hecho desde septiembre 2022, me dirigen a un punto neural: mi Corazón.
Creo que por un tiempo voy a acampar aquí y, a pulmón, bajar a la profundidad qué alberga lo más coyuntural de lo que fui, soy y puedo llegar a ser.
Sé que es un inagotable tesoro… no sólo para mi.
INTRO / El Corazón: centro de mi voluntad
En la cultura bíblica el centro de la voluntad se le traduce como el corazón y, por tal, es el centro del ser. En la antigüedad varias culturas no tenían una palabra para designar el cerebro y muchas de ellas entendían al Corazón como el centro de decisiones, donde se comprendían y conectaban las cosas, donde se ama y se teme, donde se inicia el impulso a la acción. En la modernidad pensamos en el corazón como el órgano motor de nuestro sistema de circulación y quizás otros elementos más pegajosos y melancólicos. El Corazón al que me refiero, y que se entendía en la antigüedad, es el pivote energético desde donde creemos, entendemos, decidimos y que nos impulsa a la acción: es, al mismo tiempo, el espejo del alma y el epicentro desde donde emana la psique en el ser humano.
Imagen: Juicio de Osiris, Wikipedia. (Detalle del ritual del Pesado del Corazón por parte de Anubis, capítulo 125 del Libro de los Muertos del papiro de Ani.)
El paradigma del “Ser en la cabeza”: una referencia histórica
A partir del accidente de Phineas Gage en 1848, cuando su cerebro (lóbulo frontal) fue completamente atravesado por una viga de hierro; su personalidad fue completamente trastocada, aunque todos sus signos vitales evidenciaban una salud corporal normal. Con la posterior investigación descubrimos que gran parte de la personalidad estaba “albergada” en el lóbulo frontal del cerebro; aunque sería más correcto decir que estaba “grabada” o funcionaba usando dicha parte del cerebro. Popularmente la comprensión fue procesada como que el centro de nuestro Ser está en el cerebro (algunos científicos y los ateos proselitistas tuvieron la “evidencia” para desechar alma, Dios y creación en un solo plumazo). Todo esto untado a que somos seres muy visuales, que nuestro dialogo interior lo ubicamos conceptualmente en el cerebro, concluimos, creemos y “sentimos” que quién fundamentalmente somos está en la cabeza.
El desplazamiento del “Core del Ser”: un desplazamiento indispensable
No sé cuan conectado estás con tu cuerpo, pero el epicentro de las decisiones y de las certezas no se “centran” o perciben en la cabeza, se distinguen entre el pecho y el plexo solar. La voluntad no es un proceso lógico, aunque la lógica puede moverla; la voluntad es un movimiento hacia algo impulsado desde dentro... ese punto energético tiene su epicentro en el pecho, por eso le llamamos modernamente Corazón.
Por ello cuando hay una pronunciada discontinuidad entre lo que espero (fruto de nuestras creencias) y lo que experimento (la realidad), puede alterar la tensión que normalmente hay en el plexo solar y el individuo puede llegar a experimentar disnea, falta de aire, y hasta vomitar (al no poder procesar dicha “discontinuidad”).
Las creencias: el fuego del Corazón.
No puedo vivir sin confianza, nada desestabiliza a una persona más que la ausencia de ella. Quizás sientas que no es algo realmente importante o que hay personas que sobre valoran la confianza que tienen de sí mismos al punto de hacerles ser presuntuosos o prepotentes…. No es esa la confianza de la que hablo. Es algo más primario, es aquella certeza que me permite entrar en relación con los eventos, circunstancias o personas que confirman quién creo que soy o que, en principio, estoy seguro dónde estoy: es una “plomada” del Ser. Por ejemplo, la confianza que el edificio donde estoy está lo bastante bien construido para que no se derrumbe sobre mi cabeza, esa “confianza” me permite relajarme, me permite percibir mi entorno y enfocarme en lo que estoy haciendo; igualmente la confirmación de las personas en mi entorno intimo o de amistad, que me confirman que mi actuación es aceptable e idónea… es la mínima línea que me mantiene en un equilibro de cordura, porque si esos dos ejemplos están comprometidos, sin importar el grado de ese descuadre, mi ímpetu sería de salir corriendo despavorido y gritando para escaparme de mi propia vida.
De esa confianza emerge aquella fuerza que me permite impulsarme a partir de las creencias para orientarme a los objetivos que, por decisión propia, ambiciono.
Las creencias y la FE son un dúo que sostienen todo mi ser cada día.
”Fe” en que mis acciones me lleven al lugar que “creo”.
Empecemos por las creencias…
Las creencias y su soterrada realidad
El gran problema es que las primeras creencias se formaron cuando aún éramos inconscientes. De muy bebes vamos enfrentando incomodidades, en forma de sentirnos solos o tener hambre o frio, y lloramos para atraer atención de aquellos que, por experiencia y evidencia, sabemos pueden resolver dicha adversidad. Entonces dentro de nosotros se forma una creencia, una manera o relato que da sentido a lo que pasa y mi manera de afectar un cambio: una relación entre un acto y un resultado para resolver esa incomodidad… de lo que es real (dolor, incomodidad) y de lo que tenemos que hacer para evitar o aliviar dicha adversidad. Experiencia tras experiencia se van formando patrones; las creencias que me ayudan a dar sentido y encausar mi movimiento para “estar mejor”, van quedando solapadas por debajo de continuas experiencias que la sellan en nuestro subconsciente como capas geológicas de sedimentación psíquica.
Por ello, la confirmación de una creencia es “porque es así, simplemente es cierto”. Las creencias que más nos mueven y definen, son completamente transparentes a nuestra consciencia, están al fondo de todas las confirmaciones, hechos y evidencias que las ratifican como ciertas… nuestra fe es creer que son reales y movernos a actuar acorde.
El problema de la fe
El diccionario de Oxford define fe como “confiar en la capacidad o el conocimiento de alguien; confiar en que algo/alguien hará lo que se ha prometido”. El diccionario de la Real Academia de la lengua española lo apunta como: “Conjunto de creencias de una religión” y “Seguridad, aseveración de que algo es cierto.”
Yo creo que la mejor definición de fe fue escrita por un sabio de la antigüedad “la fe es la certeza de lo que se espera, la sustancia de lo que no se ve” (Pablo de Tarso).
Es muy complicado clarificar ideas cuando las palabras están tan cargadas de historia y desinformación. La fe es “la sustancia de lo que no se ve”; la profundidad de la esperanza radica en la firmeza con la que sostienes una creencia… el problema es que cuando la creencia es transparente, está ahí para razones y expectativas que tuviste previamente, quizás cuando niño/a.
Doy un ejemplo personal para explicarme mejor: yo de niño tenía a mi hermano que era 5 años mayor que yo, cuando íbamos los dos en el carro, yo no podía sentarme delante porque él era el mayor; a la noche él estaba con sus amigos hablando en la calle frente a la casa, yo tenía que irme a acostar a las 8pm y él a las 9; yo no podía sobrepasar mi hora despierto “porque era menor” y tenía que acostarme. La relación con mi hermano era tensa y él se aseguraba de hacerme sentir que “él sí podía y yo no” en muchas ocasiones… cosas de niños. Para yo poder lidiar con esa frustración, asumí lo que me decían como una creencia: “yo no puedo porque soy pequeño”. Esa creencia me fue funcional y me sirvió cuando pequeño, fue quedando sepultada entre otras creencias y sirvió de abono inclusive para otras creencias más. Cuando niño esa creencia me salvó de no estar bajo el estrés de ambicionar lo que no tenía o podía alcanzar; pero cuando eres un adulto, esa creencia es limitante. Yo tuve que compensarla asumiendo responsabilidad, pero hasta que no descubrí que esa creencia operaba en la clandestinidad en mi psique, estaba arando en el mar, porque por más que me esforzaba, la creencia “no puedo porque soy pequeño” me saboteaba todos mis esfuerzos por alcanzar más en mi vida.
Los complejos Freudianos son estructuras psíquicas que sostienen la personalidad y hasta que voluntariamente no comienzas a desenmarañar de manera consciente una creencia, todas tus certezas se fundamentan en un castillo de barajas que tiene por base la creencia transparente. La fe ese esa certeza que me impulsa a actuar, se basa o sustenta en la creencia y propicia una dirección y un resultado; por tal son dos aspectos que van de la mano para dirigir mi vida.
Qué es para mí el Corazón
La visión del relato que nos hacemos de la vida lo albergo en el Corazón. Cuando miro hacia algo que quiero alcanzar, lo convierto en una imagen dentro de mi Corazón que atrae mi atención y condiciona la manera que veo y entiendo el mundo; la “condiciona” porque el Corazón es como un Gran Dinamo que amplia todo lo que busco o quiero, modelando quién soy. Por ello, hay que clarificar muy bien qué ambiciono alcanzar, porque eso es lo que marcará quién soy o cómo vivo mi vida.
Próximo miércoles…
La Fe: cómo empuñar el fuego creador
Las creencias son el fuego que nos fue dado para construir, crear y modelar todo en la naturaleza y, muy especialmente, nuestra propia realidad. La Fe es como aprendemos a empuñar ese fuego… un acercamiento a la Fe como aquello fundacional del liderazgo de nuestras propias vidas.
EL PUNTO a la i
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