Existe una fuerza y vitalidad inmensurable dentro nuestro, algo que asombraría hasta los más valientes guerreros e intrépidos personajes de la historia. Es la razón de por qué creamos máscaras en nuestra infancia, que con la “costumbre” se convierten en nuestra personalidad. De bebés tenemos una conexión casi directa con el potencial infinito que somos; ver todo a la vez es demasiado avasallante y nuestras carnes no pueden procesarlo; por ende creamos filtros y ellos determinan lo que vemos, sentimos y finalmente buscamos… en tiempo concluyendo en la vida que nos forjamos.
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El dragón nació para morir... ¡Tú para…
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Existe una fuerza y vitalidad inmensurable dentro nuestro, algo que asombraría hasta los más valientes guerreros e intrépidos personajes de la historia. Es la razón de por qué creamos máscaras en nuestra infancia, que con la “costumbre” se convierten en nuestra personalidad. De bebés tenemos una conexión casi directa con el potencial infinito que somos; ver todo a la vez es demasiado avasallante y nuestras carnes no pueden procesarlo; por ende creamos filtros y ellos determinan lo que vemos, sentimos y finalmente buscamos… en tiempo concluyendo en la vida que nos forjamos.